Oportunidades ecológicas proporcionadas por perturbaciones

Implicaciones de manejo

Limitar el impacto que una perturbación tendrá en un ecosistema es difícil porque el momento de la perturbación, su ubicación, su intensidad y su patrón espacial son impredecibles. Sin embargo, un evento de perturbación futuro puede pronosticarse en base a datos de series temporales (es decir, registros de ocurrencias pasadas) y la probabilidad de ocurrencia del evento a lo largo de un intervalo largo. Por ejemplo, los geólogos han asignado probabilidades a la ocurrencia de terremotos a lo largo del Anillo de Fuego del Pacífico, y los meteorólogos han intentado calcular la probabilidad de un evento de nieve de 100 años (una nevada excepcionalmente grande que tiene una probabilidad de 1 por ciento de ocurrir en un año dado). En contraste, las grandes perturbaciones de origen biológico son mucho más difíciles de predecir, debido a la gran cantidad de especies y las interacciones de las especies involucradas. De hecho, las perturbaciones biológicas más devastadoras son causadas por microorganismos poco conocidos o desconocidos, como los que causaron la muerte rápida y casi total del erizo de mar D. antillarum en la década de 1980 (véase más arriba) o el patógeno fúngico introducido Cryphonectria parasitica que destruyó los castaños americanos (Castanea dentata) durante la primera mitad del siglo XX.

Las perturbaciones ecológicas de gran tamaño y larga duración que ponen a prueba los ecosistemas naturales a escala mundial (en lugar de local) plantean desafíos significativos para los esfuerzos de gestión y restauración. Por ejemplo, no se comprende bien el impacto mundial sobre los ecosistemas marinos de la acidificación de los océanos, que se deriva de la absorción de dióxido de carbono por el agua de mar. Del mismo modo, si bien se ha comprobado que el aumento de la temperatura media del aire cercano a la superficie del planeta (es decir, el calentamiento del planeta) aumenta la frecuencia y la gravedad de las sequías, modificando así los patrones de productividad de los ecosistemas y los rangos geográficos de muchas especies, la forma en que estos cambios podrían afectar a los ecosistemas a nivel mundial sigue siendo incierta. En el caso de la sobrepesca, que es un problema mundial persistente—en 2010, por ejemplo, el 53 por ciento de las poblaciones de peces del mundo estaban plenamente explotadas (es decir, operando al máximo rendimiento sostenible) y otro 17 por ciento estaban sobreexplotadas—, los ecologistas marinos han documentado cambios en la estructura de las poblaciones de peces y la de sus presas que, en última instancia, podrían cambiar la estructura de los ecosistemas en los que habitan. Aún no se han estudiado a fondo las consecuencias de las cascadas tróficas que probablemente seguirán a esos cambios.

Dos problemas adicionales complican la gestión y la restauración en el contexto de las perturbaciones ecológicas. El primero es el cambio climático. No se sabe si la imposición de perturbaciones más generales pero graduales asociadas con el cambio climático aumentarán las consecuencias de las perturbaciones naturales y alterarán las tasas de recuperación de manera imprevista. El segundo es la participación de factores compuestos. Si los ecosistemas colapsan cuando las perturbaciones se agravan (es decir, ocurren dentro del tiempo de recuperación esperado del sistema), se pueden formar estados alternativos que presenten combinaciones novedosas de especies y dinámicas desconocidas, desafiando los esfuerzos de manejo y restauración.

Robert T. Paine