¿Por qué algunas personas dicen ‘haiga’ en lugar de ‘haya’?

Hablar ‘bien’ a veces se puede convertir en una herramienta para corregir a otras personas y marcar aun más la desigualdad de clase y de acceso a la educación. No falta quien incluso se burle de alguien sólo por su manera de hablar y decir palabras como «haiga». Pero, ¿sabes lo que hace que el uso de una palabra sea considerado como correcto y otro no? La lingüística te explica la historia de la batalla entre «haya y «haiga».

Mexican X-Plainer

David Bowles es un escritor que se autodefine como «chicano» y se ha dedicado a rastrear el origen de las palabras más comunes del español mexicano.

Fue su pasión por el lenguaje lo que lo llevó a a emprender este proyecto que llamó Mexican X-Plainer. En entrevista con M2, el lingüista explicó un poco sobre su proceso de trabajo.

«Elijo una palabra que me interesa o en la que he estado pensando mucho, luego me pongo primero a buscar entre el centenar de libros de filología, lingüística e idiomas que tengo en mi estudio».

En el caso «haiga», Bowles hace énfasis en los prejuicios con los que la gente juzga a la persona sólo por su manera de hablar. Sin embargo, un rastreo de la evolución de nuestro idioma ayudará a eliminar ciertos mitos.

Clase exprés de español

Antes de entrar de lleno con el tema, hay que explicar unos detalles de gramática. Primero necesitamos entender qué es el subjuntivo: un modo del verbo que expresa un deseo o posibilidad que es sólo hipotética y aún no han ocurrido. Por ejemplo «ojalá no llueva», «espero que pruebes este platillo».

Hay algunos que son irregulares, como el «haya» que viene del «verbo haber». Sin embargo, una buena parte de los hablantes del español en México utilizan «haiga».

«Nada te marca más como un naco o una persona pobre tan rápido como decir ‘No creo que haiga (…)», dice Bowles.

¿Cómo es que la palabra está mal si la utiliza el 35% de la población, según un estudio de M. Johnson y S. Barnes? ¡La lingüística te lo explica!

‘Teneo’ hambre

David Bowles explica que algunas formas irregulares del español se deben a los cambios fonológicos que ha tenido que han tenido las palabras cuando evolucionaron del latín al español.

En el español antiguo, el sonido /g/ era muy común en algunos verbos importantes en la primera persona del presente, tanto en su modo indicativo como subjuntivo, como por ejemplo:

hacer > hago > haga

decir > digo > diga

Con el paso del tiempo, mientras crecía el español antiguo y medieval, ésto se empezó a volver una regla para los demás verbos. De esta manera, éstos incorporaron el sonido /g/ en su modo del presente indicativo de la primera persona del singular.

venir > venio > vengo

tener >teneo > tengo

poner > poneo > pongo

Este cambio afectó a los verbos como «caer», «traer» y modificó a su vez sus modos subjuntivos.

Quiero que caya > Quiero que caiga

Quiero que traya > Quiero que traiga

El verbo «haber» es un caso curioso, ya que no tiene conjugaciones en la primera persona en modo indicativo. Lo que sí tiene es el subjuntivo. Como con los verbos anteriores, explica el escritor estadunidense de origen mexicano, muchos hablantes naturalizaron este cambio.

Quiero que haya > Quiero que haiga

‘Haiga’ sido como ‘haiga’ sido

Sin embargo, muchos consideran a «haiga» como algo vulgar. Bowles considera que, más que un uso incorrecto, el hecho de que el 35 por ciento de los mexicanos utilicen esta palabra —de acuerdo con un estudio publicado en Registros selectos del sexto Congreso de Sociolingüística del español— hace que más bien sea una variante de «haya»:

«De hecho ‘haya’ sería más bien una conjugación antigua, aquellos que insisten en hablar ‘correctamente’ se deberían preguntar no es que más bien ellos los que utilizan una conjugación arcaica».

La lengua nunca es algo estático y siempre está en constante evolución. Al final de cuentas, son los hablantes quienes la modifican con usos que se van haciendo cada vez más comunes. Tal puede ser el caso de esta palabra. «El virus es fuerte. No lo puedes combatir. Espero que no ‘haiga’ dudas», concluye el escritor.