Transición a la democracia

Mientras tanto, Costa Rica sufrió una interrupción en su marcha hacia un gobierno democrático controlado por civiles. Cuando el país celebró por primera vez una elección por sufragio directo, en 1913, ningún candidato obtuvo la mayoría, y la Asamblea Legislativa eligió a Alfredo González Flores como presidente. Descontento por las reformas tributarias propuestas por González, el general Federico Tinoco Granados en 1917 lideró uno de los pocos golpes de estado del país. El comportamiento despótico de Tinoco pronto le costó su popularidad. Su administración también se vio obstaculizada por la negativa del gobierno de los Estados Unidos a reconocer su régimen, y las revueltas y la amenaza de intervención de los Estados Unidos lo llevaron a renunciar en 1919.

Este experimento de dictadura no se repitió, y Costa Rica continuó su tradición de elecciones democráticas y gobierno ordenado. En 1920 se adoptó una prueba de alfabetización para los votantes y en 1925 la votación secreta. La crisis política más grave de Costa Rica desde 1917 llegó en 1948. El ex presidente Rafael Ángel Calderón Guardia (1940-44) formó una coalición política inusual compuesta por miembros del Partido Comunista de Vanguardia Popular y la Iglesia Católica para lograr mejoras significativas en las condiciones de los trabajadores y la seguridad social. Algunos pensaron que la coalición fue demasiado lejos cuando trató de impedir el asiento del presidente electo, Otilio Ulate, un socialdemócrata. José Figueres Ferrer, un terrateniente abierto que favorecía un mayor papel para la empresa estatal, organizó milicias locales y extranjeras y las entrenó en su granja. Su ejército, que se convirtió en el Partido de Liberación Nacional (PLN), lanzó una rebelión exitosa contra el gobierno y desató una breve guerra civil en la que murieron unos 2.000 civiles. La guerra terminó después de que se alcanzó un compromiso bajo el cual Figueres prometió restaurar el orden, preservar algunas de las reformas de Calderón y luego entregar la presidencia a Ulate. Figueres lideró el país durante 18 meses. Una nueva constitución, promulgada en 1949 por el régimen de Figueres, prohibió el establecimiento o mantenimiento de un ejército, estableció el sufragio femenino, fortaleció el tribunal electoral, abolió el racismo institucionalizado, nacionalizó el sistema bancario y dio grandes poderes a las corporaciones estatales, conocidas como agencias autónomas. Luego, como se había prometido, la junta entregó el gobierno a Ulate. Figueres fue elegido dos veces por derecho propio, en 1953 y de nuevo en 1970, estableciendo a su PLN como el grupo dominante en la Asamblea Legislativa.