Centro Psiquiátrico del Valle de Harlem

por Victoria Korth

Uno necesita estar un poco perdido para encontrarlo
en una colina del condado de Dutchess. El edificio 85
sigue en pie. Búscalo. O mejor, ve tú.
Sus ventanas de la planta baja rotas, con tablas,
pero los otros trece pisos parecen lo suficientemente intactos
para burlarse de la aldea vacía fuera de sus puertas
con empleo estatal. Nuestras vidas, ese» campus »
y mi viaje, se han cruzado: primero de niño,
y más tarde como médico que hizo algunos tipos de trabajo allí
mi hábito, mi profesión, y hoy, al volver a casa
de Danbury en la nieve, sin que nadie me esperara.
Me desvié en Wingdale, seguí zanjas forradas con veza de vaca
cayendo en el lado negativo de una subida repentina. Alli:
panadería, lavandería, dormitorios de poca altura, viviendas de ladrillo
para farmacéuticos sin licencia, un estadio menor y, oculto
en los árboles, cementerio con puerta en descomposición y arco con letras—
pacientes abandonados en el lugar – cada pulgada se disuelve,
despojado de destellos, grisáceo con exudado mineral.
Y sobre todo, como speaking eye, la suite de cristal de gran altura, lobotomía
, bañeras de insulina y camas estrechas para el cambio eléctrico.
Como mi padre, atado en el 74,
después de haber estado allí meses y encogiéndose de hombros
debajo de la valla abierta. Nos dijo una vez que estaba cansado
de cambiar cigarrillos por whisky en el túnel
entre los dormitorios, donde se vendía sexo, y coca
y heroína. Dijo que había apuntado a Armonk, el mainframe de IBM
donde había sido vendedor, que estaba bien, que planeaba aparecer
como Santa en una limusina, llegó hasta el licor de Ureles, colapsó
junto a las vías, fue traído de vuelta, enviado arriba.
No es de extrañar que nos hiciera quedarnos en la pegajosa mesa de picnic
a la sombra cuando mi madre nos llevó allí para verlo.
No es de extrañar tuvo miedo de mirar a los camilleros en el ojo,
o de modo que yo recuerdo haber visto, aunque puede ser
me imaginaba lo que he visto, ojos vivos, con lo que no digo,
lo que yo sentía y lo que he tratado de conocer tan bien
sería desconocido de sí mismo, descansar para nada, desaparecer,
¿por qué estoy preparado para este frío de miedo
y la rabia—podría rasgar ese sombrío museo
el mapa, habría que derribarlo, me arranque en dos
ningún niño debe estar allí, o han sido, nadie.